GEOGRAFÍA - PAÍSES: Egipto - 9ª parte

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Geografía

PAÍSES

Egipto - 9ª parte


Escultura   Pintura

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Escultura

a escultura estuvo profundamente ligada a la arquitectura funeraria y religiosa. El hieratismo solemne, la frontalidad y la impresión estática que transmite, la distinguen claramente. No busca la representación de la vida, sino que pretende crear retratos soporte del alma para el más allá, caracterizados por la falta de expresión en los rostros, la mirada tensa, la rigidez en cualquier articulación. La frontalidad, que reduce la contemplación a un único punto de vista, se refuerza por la disposición de los brazos, pegados al tronco, y por la rigidez de la nuca, que sujeta la cabeza en posición central.

En las primeras dinastías se alternó el trabajo de colosos de piedra con las estatuas pequeñas de marfil. La influencia religiosa y las ansias de realismo se hacen evidentes en las denominadas «cabezas de sustitución», que se adaptaban a cuerpos hechos en serie; en aquel momento sólo el rostro era considerado personificación del difunto. Dos obras importantes de esta época son: Sheik-el-Beled y El escriba sentado. Poco antes del año 2000, Mentuhotep unificó de nuevo Egipto y estableció la capital en Tebas. La escultura se acerca más a la vida: se pueden percibir sentimientos, expresiones graves, etc., como en el retrato de Sesostris III. El canon de las figuras se alarga, y la comparación entre diversos retratos del mismo faraón deja ver el paso del tiempo. Pero en la XIII dinastía se produce una vuelta al academicismo y a la frialdad, provocada quizá por la terrible invasión de los hicsos.

La XVIII dinastía llevará a cabo la recuperación política y artística, fue un momento de renovación en las técnicas, en los temas y en la sensibilidad. Bajo Akhenatón, la escultura adquirió una suavidad extraordinaria, como por ejemplo en el busto de Nefertiti, la esposa del faraón. Asimismo, los relieves, muy naturalistas, representaban escenas de la vida cotidiana. En la época de los faraones Ramsés las actitudes imperialistas no favorecieron las representaciones suaves y se cultivó la estatua colosal, como las del templo de Abü Simbel.

Pintura

Los muros de templos y tumbas estaban cubiertos de maravillosos bajorrelieves y pinturas con escenas de la vida doméstica, civil, política o religiosa, bien de los reyes o de particulares (trabajos agrícolas, episodios guerreros, ceremonias nupciales, etc.) de gran valor, no sólo artístico sino también documental, acerca de la vida privada y pública de la sociedad egipcia. El dibujo tenía unas normas muy claras: ley de frontalidad, combinación de frente y de perfil (cabeza y cuerpo de perfil, ojo y hombros de frente). Estas escenas a menudo iban acompañadas de textos en escritura jeroglífica que constituyen auténticas obras de arte. El relieve acostumbraba ser policromado.

La pintura había sido poco utilizada por las primeras dinastías, pero en los hipogeos del Imperio Nuevo desplazó al relieve, que hasta entonces había constituido la ornamentación de los muros debido a la calidad blanda de la piedra. El conjunto de frescos de la necrópolis de Tebas es de una belleza increíble. En todo momento está presente el recuerdo de las ilustraciones del Libro de los muertos: contornos nítidos, colores intensos y contrastados (ocres sobre fondo amarillo, rojo sobre fondo azul, etc.), tiras de escritura jeroglífica, elementos de la naturaleza (hojas, espigas, pájaros y peces crean una atmósfera de oasis). Se huye de cualquier efecto de profundidad: las figuras se yuxtaponen en un plano o bien se superponen en diversos niveles. La pintura, a diferencia de la escultura, capta el movimiento, es un arte para la vida. Escenas de caza o pesca, de fiestas con músicos y bailarines, de los trabajos agrícolas en las diversas estaciones, etc. se pintan en un recinto funerario con el deseo de que el difunto pueda gozar de todos los placeres en la otra vida.

El momento culminante por lo que se refiere a la pintura se produce en los ss. XV y XIV a C, en la Capilla funeraria de Tutmés II y en la Tumba de Nebamon, entre otros. Además de las manifestaciones artísticas anteriormente citadas, la civilización egipcia creó importantes obras en cerámica, joyería, objetos de tocador, mobiliario, vajillas, etc. Existe una gran producción de vasos en piedra dura primero y más tarde en alabastro, así como de cerámicas con esmalte azul turquesa. En joyería encontramos pulseras de plata con incrustaciones de turquesas y cornalina, collares y pectorales en oro granulado con incrustaciones en pasta de vidrio y piedras preciosas, coronas --las más famosas son las encontradas en Dahshur, pertenecientes a la princesa Khnumat-- formadas por finos trenzados en hilos de oro, con flores de esmalte y cincelados. Espejos de bronce pulido con mango en forma de flor de papiro, estuches de cosméticos en forma de animal y cucharas de maquillaje en forma de jóvenes nadadoras desnudas empujando un pato son algunos ejemplos del trabajo en objetos de tocador. En mobiliario destacan sobre todo los cabezales de las camas. Se utilizaban maderas de distintos lugares --pino, ébano, roble-- adornadas con oro. En la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, se encontró un bello conjunto de muebles. La inmensidad y la calidad de los objetos hallados en la tumba de Tuthankamón sirve para hacernos una idea del esplendor de las artes decorativas.

El arte posterior a la conquista de Alejandro Magno fue una mezcla de formas egipcias y helenísticas. Con la conquista romana se adoptaron algunas de las formas del arte romano. Como consecuencia de estas adaptaciones, y en un momento en que la mayoría de la población abraza el cristianismo, floreció el arte copto. Sus técnicas más características son el relieve en piedra, madera o marfil, el tejido y la cerámica pintada. Los escasos restos que se conservan se hallan en el oasis de Jarya, al SO de Egipto. La invasión musulmana trajo otras coordenadas artísticas: nuevos tipos de edificios, mezquita funeraria o mezquita madrasa, cúpulas realzadas, alminares de fustes variados superpuestos, vidrio esmaltado, etc. Las mezquitas de El Cairo, y de Rosetta, la necrópolis de Assuán, los monumentos de Kus, etc. muestran la importancia del arte islámico en Egipto.

Con la invasión turca, Egipto fue sometido y se impuso el gusto de Estambul. Ya en el s. XX, y recuperada la independencia, cabe destacar al escultor Mukht›r, que entronca la escultura faraónica con la estética actual, a los pintores Georges Sabbagh, Mohamed Naghi y Mahmoud Said y al ceramista Hassan Hechmat, que trata temas autóctonos con técnicas occidentales.

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